El vino y la comida

Definitivamente, uno de los principales propósitos al degustar un buen vino, aunque no el único, es acompañar una rica comida, complementando una experiencia placentera «potenciada». Y cuando esto se hace bien (o sale bien), se consigue vivir uno de los placeres más exquisitos posibles.

Si bien hay algunas «reglas» o recomendaciones de cómo puede lograrse una combinación adecuada, un maridaje o matrimonio entre ambas degustaciones, no existe mejor consejo que la frecuencia. Hay que dedicar tiempo suficiente para comer y beber con constancia y en una gran cantidad de ocasiones, para adquirir e ir refinando esa sensibilidad.

Tomo el título de este artículo del libro Todo sobre Vinos de Jonathan Ray, pues me tomaré la libertad de reproducir íntegro un apartado que el  autor dedica a este tema. De igual manera, reproduzco las fotografías que lo ilustran, tomadas por el fotografo Alan Williams.

 

EL VINO Y LA COMIDA
Jonathan Ray – Todo sobre Vinos

«Existe sólo una regla estricta para tener en cuenta al combinar vino y comida, y es la siguiente: no tenga miedo. ¡Experimente!

«Prueba y error es la única forma de encongtrar una pareja perfecta donde el vino combine con la comida en armonía, uno mejorando el otro. En términos generales, cuanto más liviano es un plato, más liviano debe ser el vino, y cuanto más pesado es un plato, más pesado debe ser el vino. Pero se recomienda probar alguna vez, y si resulta en un error, suspender. La próxima vez saldrá mejor.

«Desde ya, existen algunas combinaciones clásicas que son difíciles de superar: una botella fría de Muscadet Sur Lie con un plato de ostras, por ejemplo.

«Un Borgoña tinto con un plato de boeuf bourgignon donde después de todo la carne es cocida en ese vino, o un Cahors tan negro como la tinta con cassoulet, pero estas parejas no aparecen escritas en tablas de piedra. Cada uno tiene diferentes gustos y si bien siempre hay que tener en cuenta la experiencia de los que recorrieron ese camino con anterioridad, la única manera de descubrir lo que a cada uno le agrada es probarlo por sí mismo.

«No se sienta amedrentado de servir vino tinto con pescado, por ejemplo. Pronto descubrirá si la combinación le agrada o no. Ignore a los que con la nariz levantada lo miran con desdén por haber cometido un suicidio social. Aunque es verdad que la mayoría de los tintos presentan un sabor desagradable a metal con el pescado o con los mariscos, hay algunas combinaciones que funcionan a la perfección: Pinot Noir de Oregon con salmón o con una rodaja de atún, por ejemplo. De la misma forma, no tiene sentido restringir el vino dulce al acompañamiento de una torta. Un atractivo Sauternes, Bdaumes-de-Venise va muy bien con un paté de foie gras en la entrada de una comida al igual que con un queso azul fuerte al final.

 

«En Europa, los vinos tuvieron siglos para evolucionar de manera tal que se adecuan a la cocina local a la perfección y viceversa. No es por accidente que los vinos blancos del Loire combinen tan bien con los mariscos. No hay nada mejor con la comida griega que un Retsina. El Tokay Pinot Gris va muy bien con un choucroute Alsacienne. El Nuevo Mundo no cuenta con esta historia enológica de combinaciones de comida, lo que tal vez le permita al aficionado ser un poco más aventurero y atrevido».